"Lo malo de la gran familia humana es que todos quieren ser el padre" (Mafalda)

jueves, 19 de agosto de 2010

Caprichos Temporales


Autora: Letra Z

Edad: A partir de 8 años


Mi abuelo era un hombre muy listo y un poco extravagante. O por lo menos eso es lo que dice mi madre. Yo no llegué a conocerle, porque cuando nací, él ya me llevaba mucha vida de ventaja y no pudo esperar más. No le culpo, creo que yo nací demasiado tarde. A mi me hubiera gustado vivir en otra época. Creo que este siglo no me corresponde.

- Hija, venga, coge tus cosas que vas a llegar tarde otra vez a las clases de “desplazamiento espacial”.

Mi madre está empeñada en que asista a esas malditas clases, no sé cómo decirle que las odio, que no me gustan, que yo no quiero desplazarme en el espacio, que lo que a mi me gustaría es desplazarme en el tiempo. En estas clases te enseñan a moverte de un lugar a otro sin necesidad de utilizar ningún medio de transporte. Por eso no me gustan. Una vez encontré una foto de mi abuelo en la que aparecía sonriente encima de un extraño aparato con dos ruedas, creo que en aquellos años era muy popular. Además, no hacía falta conectarla ni nada parecido, funcionaba con el movimiento de tus propias piernas. Lo llamaban bicicleta.

Yo quiero vivir en la época de mi abuelo, cuando todavía no había coches, ni ordenadores, ni clases absurdas de “actitud extra-sensorial”, o “aprende a comunicarte sin hablar” o “juega tú solo, y verás que divertido”.

Me encantaría subir a una de esas bicicletas y sentir el aire en la cara, poder ir a cualquier parte.

Mi madre no me cuenta muchas cosas de la época de mi abuelo, dice que es mejor olvidar el pasado porque no sirve para nada. Que hay que pensar en el futuro. Pero a mi no me lo parece.

Un día cualquiera me dirigía a la escuela de “pinta sin pintura” y me fijé en un extraño cartel escrito con letras grandes. No me lo podía creer, era una invitación para realizar un viaje experimental a la época que quisieras. Había oído hablar de estos viajes, pero todo el mundo decía que no eran seguros, que podías perder el pelo, o quedarte sin piernas o cosas peores. Sin pensarlo mucho me dirigí hacia allí.

La puerta del lugar era muy pequeña, de color rojo y no tenía timbre. Llamé con la mano y esperé. Al cabo de unos minutos la puerta se abrió.

Pero no había nadie. ¿Hay alguien?- pregunté. Pero nadie contestó. Aquella casa estaba completamente vacía. Sólo había una enorme máquina muy extraña en el centro de la sala y un cartel que decía: “ELIGE TU ÉPOCA Y DALE AL BOTÓN”.

La verdad es que estaba un poco asustada, a mi me encanta tener pelo y sobre todo piernas y corría el riesgo de quedarme sin ellas. Pero no podía perder aquella oportunidad. Así que elegí mi época y le di al botón.

No pasó nada. No tembló el suelo, ni hubo una explosión de luz. Nada. Estaba un poco confundida y muy enfadada porque la máquina no había funcionado. Así que salí de allí cabizbaja y me dirigí, como todos los martes a mi absurda clase de pintura invisible.

La ciudad parecía haberse vuelto silenciosa de repente, no había ni un solo coche y hasta se escuchaba el viento chocando en las esquinas. Casi me da un ataque al corazón cuando un niño pasó rapidísimo por delante de mí. ¡Iba montado en bicicleta!

4 comentarios:

  1. ¡Me gusta tanto esta historia...!

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  2. Hola Z:

    No sé si me identifico con el cuento. A mí me atrae eso de la pintura sin pintura. Es como la música sin sonido. Algo bonito.

    Las bicicletas están bien cuando tienes alternativa. ¿Si el abuelo hubiera tenido que depender de la bici para sobrevivir, no hubiese preferido el desplazamiento espacial instantáneo?

    Un beso, Z

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  3. Me gusta mucho Z, pero a mí también me hubiera gustado más el desplazamiento espacial instantaneo. Menudos sustos iba yo a pegar, je, je.

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  4. pues yo creo que esta muy bien este cuanto te enseña que hay que valorar lo que tenemos porque a lo mejor en un futuro lo valorarán más

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