"Lo malo de la gran familia humana es que todos quieren ser el padre" (Mafalda)

jueves, 9 de septiembre de 2010

Clark metió el triple y yo me hice mayor


PUBLICADO POR LA LETRA E
EDAD:14-17


El primer partido de baloncesto que tengo conciencia haber vivido de verdad y que me marcó se jugó en las pasadas navidades de 2009. Era yo una niña de 13 años y ese día el Estudiantes ganó al Madrid con un triple en el último segundo de Daniel Clark.
Por supuesto que antes había visto muchos otros partidos ya que mi padre me llevaba al campo desde muy pequeña; él siempre llevaba un gorro de colores al partido y le llamaban “Kurdo” no se sabe muy bien por qué. Un gorro que llevó hasta que murió.
Ese día de 2009 fue una jornada muy especial ya desde su comienzo porque fuimos al Polideportivo Magariños a comprarme una sudadera que estrené esa misma tarde y después comimos en un restaurante árabe al que acudimos por primera vez. Yo noté que mi padre ese día me trataba de una forma especial, algo era diferente, pero seguramente yo lo achaqué al partido contra el Madrid que siempre le ponía nervioso.
Mi padre y sus amigos vivieron con una intensidad tal el partido que nos acabaron contagiando a los que estábamos con ellos, a sus hijos e hijas. El triple final que nos daba la victoria fue celebrado como nunca y yo noté algo muy potente en mi interior, algo que no había sentido hasta ese momento en la mirada de mi padre y en su abrazo posterior.
Después fuimos a celebrarlo todos juntos, cerveza para los mayores y refrescos para los más pequeños en la Casa de Campo.
Llegamos a casa tarde, pero aún así mi padre se empeñó en no romper con nuestra tradición nocturna desde hacía un tiempo: Antes de acostarme debía buscar una palabra en el diccionario y ver su significado para así llevármelo de alguna manera a la cama. Esa noche él eligió la palabra, que fue Adoptar: “Recibir como hijo, con los requisitos y solemnidades que establecen las leyes, al que no lo es naturalmente”. Y allí, en ese momento, mi padre me contó que yo era adoptada, lo que eso significaba y lo mucho que me quería. Y lo entendí todo perfecta y serenamente y me pareció que eso me hacía especial porque yo lo era a los ojos de mi padre. Y además me hizo crecer: a partir de ese momento (aunque realmente yo llevaba con esa sensación toda la jornada) vería las cosas de diferente manera, siendo adulta e infantil a la vez, como si hubiera traspasado una frontera natural.
Y desde entonces, se convirtió en un código entre mi padre y yo que las noticias importantes y nuestras decisiones vitales nos las comunicáramos un día que hubiera partido. En un Estu-Barça le hablé de mi primer desamor y que me quería morir literalmente; en un Estu-Granada le comuniqué que quería ser “artista”; un Estu-Murcia fue testigo del anuncio de mi primer premio en un concurso de relatos; en otro Estu-Madrid mi padre me dijo que cuando cumpliera 18 años este verano, él se iría a vivir a Ibiza, junto al mar; y poco después, el día que se jugó el Estu-Bolonia mi padre murió, pero ahí sí que no avisó a nadie.
Hoy cumplo 18 años y parece que ya soy adulta y madura, pero no puedo olvidarme del día que Clark metió el triple y yo me hice mayor.

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