"Lo malo de la gran familia humana es que todos quieren ser el padre" (Mafalda)

jueves, 2 de septiembre de 2010

LA CARACOLA



Letra: GR
Edad: 8 años

Marina era la pequeña de una numerosa familia. Nada más y nada menos que diez años más pequeña que el menor de sus hermanos. Marina estaba acostumbrada a que no reparasen en ella. Hola, nena. Qué tal, nena. Marina jugaba sola, se inventaba la vida sola, soñaba que subía a las cumbres más escarpadas para poder tirarse al mar, y nadar, nadar como una sirena. Escalaba los picos más altos del acantilado, que eran las escaleras de su madre, jugaba con los tiburones, buceaba en busca de tesoros. Y en las tardes de agosto se acercaba a las rocas para mirar al mar.
Una tarde, una de las más oscuras y frías que se recuerda de aquel verano, aunque no la peor, claro está. Pero como eso ocurre al final de la historia, por ahora no diré nada. Azotaba el levante y traía olas inmensas a las rocas, le pareció entonces escuchar voces, conversaciones como de mujeres cotorras y parlanchinas que van de un tema a otro sin tener nada que decir. Aguzó el oído y se dio cuenta de que eran las olas. Las olas le hablaban, se enfurecían, trataban de hacerse escuchar, se quitaban la palabra unas a otras para contarle algo antes de chocar contra las rocas. No te vayas, le dijo una. Mis hermanas te explicarán, dijo otra. Debes atender, gritó otra. Porque todas, absolutamente todas, tenían algo que contarle. Y así fue como Marina comenzó a acudir al acantilado aunque cayesen chuzos de punta.
En los días cálidos las olas bajaban tranquilas, soñolientas, parecía que el mar las acunaba. Porque el mar se enfadaba como ella, y se entristecía sin razón. Pero también reía y se volvía socarrón y divertido lanzando sus olas de acá para allá. Aunque era precisamente en las tardes de tormenta cuando el mar lanzaba a las olas más locuaces, y Marina escuchaba las historias que aquellas infelices le contaban antes de deshacerse en espuma contra las rocas. Eran historias sobre piratas sangrientos, pescadores pacientes, tesoros escondidos y batallas.
No me lo creo, dijo la niña una tarde al mar. Nunca he visto un tesoro. Y el mar embravecido y ofendidísimo envió a las olas para que le fuera entregando no solo sus propios tesoros como perlas y corales. Sino también los escondidos por los piratas, o los abandonados en naufragios. Le regaló collares, pulseras, y anillos. Y ella, sin tener ni idea del valor de esas ofrendas, las fue guardando en una pequeña caja de zapatos.
Un día su madre la encontró y quedó horrorizada. ¿De dónde has sacado todas estas joyas? ¿A quién se las has quitado? Son mías, gritó Marina, me las regaló el mar. ¿El maaar? Dios mío, esta niña roba. Hay que hacer algo.
La interrogaron. No, no soy una ladrona, gritó Marina desesperada. La llevaron a un médico, y este decidió que había que tratarla, que todo el asunto resultaba muy extraño, y que lo primero que tenía que aprender era a vivir la realidad, a perder esa fantasía que se estaba volviendo enfermiza. No está bien, no señor, dijo subiéndose las gafas. Hay que internarla, confirmó.
Y Marina salió de su casa llorando, agarrándose a la barandilla del paseo marítimo para gritarle al mar que él era el culpable y que por tanto ahora debía rescatarla. Y este, hecho polvo, trató de arrancarla de ese coche que se la llevaba tan lejos. Pidió ayuda al viento y a la tormenta, llamó a los tornados y a los rayos. Lanzó sus olas al camino por el que se alejaba el coche con la niña.
Aquella noche el mar se tragó el camino y la playa, el malecón y las barcas, el paseo marítimo y los árboles. Y al ver que no podía alcanzarla, le arrojó con sus enormes brazos espumosos una caracola para seguir contándole historias.
Por eso, si encuentras una caracola en la playa, acércatela al oído, porque al principio escucharás el sonido del mar, de las olas. Pero si prestas atención, si tienes paciencia, lograrás oír historias de pescadores y de piratas, de sirenas y delfines, de tesoros escondidos y de batallas. Lograrás escuchar las miles de historias que nunca deja de contar el mar.
















2 comentarios:

  1. jaja. Mi segunda novela, ésa que no consigo acabar, tiene mucho que ver con el mar y una caracola.
    Me ha gustado mucho eso de que el mar persigue a la niña. Jo, hay que ver el mar lo que da de sí.
    saluditos

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  2. este es precioso y mas que para ocho años me parece para todos lo publicos. es uno de los mejores cuentos que he leido en la vida!

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