"Lo malo de la gran familia humana es que todos quieren ser el padre" (Mafalda)

miércoles, 28 de julio de 2010

EL DRAGÓN Y LA PRINCESA

Letra GR
A partir de 9 años


En los confines de Tirolindia se erguía majestuoso un castillo. Al ponerse el sol, los árboles del bosque se hacían a un lado para que se pudiera ver en toda su grandeza la torre. Y en la torre, en lo más alto de su almena, un desganado dragón vomitaba intermitentes bocanadas de gas inflamable. El dragón había sido contratado por la reina Elida para proteger a la princesa Senoa de cualquier desgarramanta que quisiera acceder a sus favores.
El dragón se llamaba Periodonte y llevaba corrector en los dientes por expreso deseo de doña Elida, mujer obsesionada por la perfección física y la belleza. Senoa era bella, nadie podría negarlo, pero de una belleza repetitiva y absurda. Había sido operada de pecho, culo y celulitis. Sus labios de fresa habían sido hinchados con acido hialurónico, y sus pies reducidos con gasas compresoras. Se alimentaba de una lechuga al mes para no estropear su terso vientre de gacela. Y soñaba con ese príncipe encantado que Elida, su madre, le presentaba como exigente varón de culos y pechos.
Senoa era una más de las miles de princesas que habitaban castillos majestuosos al fondo de los bosques. Y como había tantas y todas eran iguales, los príncipes exigentes se estaban acabando. Ellos preferían el futbol, el tenis, o la vuelta ciclista, antes que luchar con aguerridos dragones para alcanzar los favores de miméticas princesas.
Y así fue como Periodonte y Senoa se tenían que conformar pasando las largas tardes de otoño, o primavera, o verano, jugando a la Wi o haciendo Sudokus. Pero a pesar de los antienvejecimientos faciales que Elida le administraba a su hija, su piel se arrugaba por minutos, por horas, por años. Elida se desesperaba y desde la torre trataba de buscar inútilmente el polvo que un supuesto jinete podría dejar en su elegante galopar.
Fue una tarde de invierno, cuando menos se lo esperaban, con el bosque helado y los árboles sin hojas. Pasó por esos parajes un despistado jinete. Estaba cansado, sediento y con ganas de ir al aseo. Las luces del castillo lo deslumbraron. Por fin podré descansar y recuperar fuerzas para encontrar mi camino, se dijo.
Periodonte avisado por Elida ya vomitaba gas inflamable por su boca.
-No te atrevas a robarme a la princesa –gritó Periodonte sin mucho convencimiento.
-Yo solo quiero ir al baño, asearme, descansar. Esas cosas. Mi camino es largo y estoy perdido.
-Tendrás que luchar para arrebatarmela.
El jinete, viendo que el asunto se complicaba, dijo que bueno, que ya volvería, que tampoco su necesidad era tan apremiante.
Senoa hizo un vano movimiento para rechazarlo. Sintió una especie de resignada voluntad. ¿Por qué rechazar al príncipe? se dijo de pronto. Al fin y al cabo si lo dejaba partir volvería a caer en brazos del aburrimiento, del mezquino disgusto de lo cotidiano. La cabeza le daba vueltas como si se dispusiera a dejarse caer en el vacío. Y viendo que se iba a perder la última oportunidad que el bosque le brindaba, saltó de la almena, bajó de la torre, atravesó el foso del castillo, montó a su caballo alazán, y corrió tras el príncipe, que horrorizado huyó por los bosques pelados y fríos.
Senoa sintió que aquella aventura era el único epilogo que su vieja vida merecía, y se perdió por el bosque tras el viajero.
Nadie sabe, o no me lo quisieron contar, si la princesa atrapó al príncipe exigente o cabalgó libre para siempre por los bosques sombríos, o helados, o floridos. Lo que sí sabemos porque está escrito, es que Periodonte ya sin objetivo, sin trabajo, ni pensión, se quitó el corrector de los dientes y quemó el castillo en un eructo incontenible y zafio que llenó de indignación a la perfeccionista reina Elida.

4 comentarios:

  1. Yo creo que la princesa no atrapó al caballero, sobre todo porque tiene pinta de pesada. Quizá acabó volviendo para vivir con el dragón en otro lugar.

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  2. Puede ser, pero yo creo que aprovechó la ocasión para fugarse y desmelenarse para siempre.

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  3. Igual, de paso, fue a una clínica a que le quitasen todos los implantes y se convirtió en una mujer de verdad. Con curvas reales. Yo creo que así fue.

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