"Lo malo de la gran familia humana es que todos quieren ser el padre" (Mafalda)

viernes, 26 de noviembre de 2010

Una anécdota real


Autor: Letra G
Edad: 8 años.

Cuando yo era pequeña (una "g" minúscula), mi hermano Mikel lo era aún más. A pesar de que solo nos separaban dos años, recuerdo lo mayor que me sentía siempre frente a él.

El día que más pequeño e indefenso le percibí fue el que ahora voy a contar.

Era una tarde de primavera en Madrid, de esas en las que el sol ya empieza a calentar. Como todos los días de la semana, después de una buena merienda, la ama nos llevó al patio de enfrente. Una explanada en la que nos dábamos cita todos los niños del vecindario cargados de juguetes y ganas de correr.

Mikel entró al patio como todos los días, cargando su correpasillos de forma torpe como cualquier niño de dos años y medio. Vamos, lo normal. Hasta que le dio el ataque.

Recuerdo que, una vez en la explanada del patio, miró al suelo y le dio una rabieta como yo nunca había visto. Con su torpes patitas salió corriendo de un lado a otro, rodeando a todos los niños y padres que en ese momento le miraban atónitos. No paró de correr y llorar hasta pegarse a una de las paredes de los edificios que bordeaban el patio.

Hubo silencio.

Mi madre se acercó a ver qué le pasaba al niño, y no encontró respuesta. Poco a poco, le convenció para que volviese al centro del patio a jugar con el correpasillos.

Y ocurrió de nuevo. Mikel se agarró a la mano de mi madre y, en cuanto se separó de la pared, le dio otro de sus berrinches. Aunque esta vez con más pánico. El pobre se puso a correr a toda velocidad, llorando como un loco, huyendo de no sabíamos qué, hasta que tocó de nuevo la pared.

Tuvo que pasar una tercera vez para que alguien se diese cuenta de qué era lo que le provocaba a Mikel ese horrible miedo.

Un vecino muy serio y observador se acercó a mi madre y le susurró: es la sombra.

Y así fue, ese día de primavera Mikel había descubierto su sombra y, por lo que todos vimos, le dio pavor. Sólo junto a la pared, en la única zona del patio donde el sol no llegaba, estaba tranquilo. Sólo allí: en la única zona del patio donde su cuerpecito no proyectaba esa horrible figura: su sombra.


Y esto, queridas letras, es una historia real que viví de pequeña. ¿Alguna se anima a hacer un cuento sobre ella?

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